Faz pétrea
Vengo denunciando desde hace tiempo en mi propio blog (www.enfumayor.com) algunas situaciones sangrantes que envenenan demasiado a menudo la contratación de músicos y la oferta musical en nuestro país. Es menester separar el grano de la paja, y por eso soy partidario de diferenciar con claridad aquellas iniciativas de calidad (independientemente de que, subvención o no mediante, sean más o menos caras en función de lo que se contrata) que construyen ciclos de interés. El más veterano es el de Ibermúsica sin duda, pero como he comentado también en otra ocasión, hay otros igualmente apreciables, como el de la Filarmónica. Y esto por no hablar de empeños de menor entidad mediática, pero tras los cuales se esconden esfuerzos muy importantes que solo serían posibles con el inagotable entusiasmo y resiliencia de quienes los llevan a cabo, como el caso de la Fundación Più Mosso. Por desgracia, no es oro todo lo que reluce, y al rebufo de la crisis, en el río revuelto de las contrataciones precarias que hoy son epidemia de la sociedad, ha germinado una especie de pescadores aprovechados que aseguran su ganancia campando por sus respetos sin que casi nadie alce la voz, porque a menudo los medios de comunicación guardan culpables silencios y reproducen con vergonzante pereza lo que los gabinetes de comunicación de los promotores, sean estos grandes teatros de ópera o no tan grandes organizadores de conciertos, les remiten en forma de esa cosa ahora conocida como “notas de prensa”, que en realidad son publicidades disfrazadas de “noticia”, que el redactor de turno ha de trabajar poco o, más bien, nada. Produce sonrojo ver que abundan las orquestas con demasiadas vacantes en las plantillas que han descubierto que eso de cubrirlas resulta más caro y comprometedor que recurrir a los refuerzos, muchas veces contratados de manera repetida de semana en semana, con el sangrante agravante de que el hecho se repita durante meses.
El sonrojo se eleva hasta el rojo cereza si tenemos en cuenta que en más de una ocasión tal política de contratación se lleva a cabo desde la propia administración, estatal o autonómica, sin que ningún político (incluidos los que se rasgan las vestiduras por la precariedad del empleo) haga nada por remediarlo. Pero si lamentables son esas condiciones, mucho más lo son las que se encuentran en cuanto uno bucea mínimamente en las orquestas que yo llamo “de lance”, aquellas que no tienen una estructura regular y que edifican su plantilla de aquella manera en función del bolo de turno. Otro asunto sangrante de estas orquestas y de quienes están tras ellas es que, en el colmo de la faz pétrea, más conocida en los ambientes por cara dura, los precios de las localidades de los bolos de turno distan, y mucho, de ser baratos. Y las cosas como son. Una cosa es que los citados Ibermúsica o La Filarmónica, sin subvención alguna, tengan entradas caras para ciclos que son privados y traen orquestas, solistas y directores de primera fila, y otra que algún aprovechado, sacando partido de que la gente discrimina poco o nada (cuando se pagan más de 100 euros por ver a Lang Lang uno más bien diría que no se discrimina nada), presenta bolos con orquestas de lance a precio de lujo. Sobre todo cuando resulta que si se escarba, se descubre que a los músicos del bolo en cuestión se les paga tarde y mal (el caballero de la fundación sinónimo, digo, sin ánimo, que presumen de nivel excelente, es un ejemplo paradigmático) o hasta se pretende, con una publicitada orquesta dedicada al show de las bandas sonoras, tan de moda ahora, contratar a los músicos a cambio de entradas para el espectáculo, como le ocurrió recientemente a un trompetista cuyo caso denuncié con su autorización desde mi blog. Ayer me enteré de otro caso sangrante cuyo denunciante me autoriza a contar y que, esta vez sí, ha sido recogida por algún medio especializado y en algún periódico regional. Se trata de una llamada Orquesta Ciudad de Zaragoza, formación montada para una gira de ocho conciertos con el cantante Raphael, en esa cosa llamada “Raphael Resinphonico”, en 5 comunidades autónomas (Aragón, Castilla-León, Asturias, País Vasco, La Rioja), que comprende, además de los conciertos, tres días de ensayo, un número no precisado de pruebas acústicas (más ensayo, al fin y al cabo) y unas cuantas horas de viajes en autobús. Los honorarios ofrecidos son para TODO el programa, son, agárrense, 400 euros netos. Francamente prefiero no calcular el caché por hora porque del concepto de prostitución musical (y perdónenme la dureza de la expresión) puedo pasar al de esclavitud indisimulada con bastante facilidad. Para más inri, tras salir a la luz esta propuesta escandalosa, salta otra, para el mismo programa, aún más sangrante: contar con los servicios de alumnos de grado medio para formar parte del contingente de 54 músicos previstos. Bajo el inaceptable argumento de que dichos alumnos poco menos que tendrían que agradecer la oportunidad de esta “práctica profesional”, los honorarios para los mismos serán… 250 euros netos.
Para que se hagan una idea de hasta dónde ha llegado la desvergüenza, hace pocos meses, una gira similar (combinada con otro proyecto de bolo de otro ámbito), desarrollada en el sur de España, y que comprendía 6 conciertos (tres de ellos del mencionado “Raphael Resinphonico”), 2 días de ensayo, 2 ensayos generales y cuatro pruebas acústicas, fue remunerada con 720 euros netos más desplazamientos y dos noches de hotel dado que parte de la gira era en Málaga y otra parte en Cádiz. No es que estos últimos honorarios sean para tirar cohetes, pero al menos eran algo más dignos que lo que ahora se ha destapado. La impresentable propuesta ha suscitado el lógico debate en las redes, y también con ella resurgen dos asuntos: la necesidad de sindicarse y la de rechazar este tipo de cosas. Sobre lo primero, en la música se ha desarrollado un espíritu bastante individualista y poco solidario, lo que hace que la sindicación y el acuerdo sean difícil, algo que a quienes quieren aprovecharse del “divide y vencerás” viene como anillo al dedo. Como se ha dicho, no sin parte de razón, estas cosas no tendrían lugar si nadie aceptara tocar en esas condiciones. Lamentablemente, como también he señalado en alguna ocasión, es fácil hablar desde la tribuna de quienes tienen un empleo y unos ingresos más o menos estables, pero hay centenares, probablemente miles de músicos jóvenes con nivel que luchan por alcanzar una independencia económica que se les niega, en esa conjunción perversa entre las orquestas que han descubierto el chollo barato de los refuerzos y los caraduras que han averiguado que la transformación del sin ánimo de lucro en sinónimo de lucro es bien fácil y desde luego harto provechosa, porque los músicos están necesitados y el público, como antes comenté, no discrimina y paga dinerales por subproductos. Por cierto, los precios para las entradas del engendro en cuestión oscilan entre los 55 y los 90 euros. Según escribo estas líneas, el prototipo excelente de la fundación sinónimo anuncia un concierto el próximo 3 de junio, en el Real, con un popurrí de música rusa que empieza en Glinka y termina en la 1812, a cargo de su conocida formación de excelencia en bolos. Los precios oscilan entre los 25 euros y los 115, pero para que se hagan una idea, las de la zona F del Real (butaca de Paraíso lateral) están a 45 euros. Sobran las palabras. Qué mal nos va a ir mientras sigamos así… y mientras los medios sigan engullendo publicidad y callando esta sangría.
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