Italo Svevo, violinista
Al escritor triestino Ettore Schnitz, conocido por su pseudónimo de Italo Svevo, que vivió entre 1861 y 1928, le tocaron algunos de los mayores cimbrones políticos y literarios de su época. Nacido en el Imperio Austrohúngaro, asistió a su despiece tras la primera guerra mundial, cuando pasó a ser italiano, siendo tal lengua la suya literaria. Vinieron las vanguardias acompañando al fascismo y Svevo, arrinconado en su refugio provincial, fue consagrado desde París por una de las novelas más renovadoras del momento, junto a Proust y a Joyce: La consciencia de Zeno.
Empleado de banco, luego comercial en una empresa de pinturas, padre de familia y marido corriente y moliente, Svevo tuvo, más que una vida, lo que su cumplidísimo biógrafo Maurizio Serra llama su antivida. En este curioso extremo existencial suele dejarse de lado el hecho de que tocaba el violín y que integró, durante un tiempo, un cuarteto de arcos de aficionados. Trieste, aunque plaza de segundo rango, era una ciudad centroeuropea o sea notoriamente musical. Por ella pasaban directores de orquesta, solistas instrumentales y cantantes de primera línea. Nada impide adjudicar a nuestro escritor una condigna cultura musical.
No obstante, la música apenas, poco y nada aparece en sus libros y sus cartas. Por eso cobra especial importancia el hecho de que el personaje que protagoniza la citada novela, Zeno Cosini, esté definido por una figura musical. Su primer esbozo es el hombre que sólo sirve para segundo violín en un cuarteto. Luego, en el texto definitivo, su vida es comparada a una sola nota, tenida y sin variantes, para concluir: “La música proveniente de un organismo equilibrado es su propio tiempo, el que crea y agota. Cuando sepa tocar bien, me habré curado.” Sin duda, la capacidad sintética del novelista es aquí ejemplar. Por cierto ¿puede decirse con menos palabras en qué consiste el poder curativo de la música, su capacidad para plenificar (llenar, colmar, volver pleno) el tiempo, para hacerlo totalmente musical y agotarlo una vez llegado el silencio? Valió la pena, evidentemente, que Svevo fuera violinista, aunque de segunda fila y aficionado.
Blas Matamoro